¿Qué son las etiquetas?
En nuestro idioma la palabra etiqueta tiene diferentes significados, el más conocido hace referencia al objeto que llevan los productos de una tienda para clasificarlos y mostrar algún tipo de información. Pero la etiqueta de la que os voy a hablar solemos ponerla en las personas incluso en nosotros mismos y se define como: “Clasificación estereotipada y simplificadora”.
¿Por qué las usamos?
A lo largo de nuestra vida interactuamos con un gran número de personas cada una con sus propias características, lo que se traduce en una cantidad enorme de información para procesar y recordar. ¿Que hace nuestra pobre cabeza para lidiar con ello? pues clasificarlo. Imaginemos que tenemos un montón de artículos para organizar, por un lado nos dan dos sacos gigantes en uno pone “Me gusta” y en otro “No me gusta”, por otro lado nos ofrecen un set de 200 bolsitas cada una con su hoja para escribir una amplia descripción. Esta claro que son ejemplos extremos pero a la hora de elegir un método de organización nuestro cerebro intenta optimizar recursos, y a corto plazo los sacos se presentan como una suculenta opción. ¿Alguna vez habéis oído a alguien decir “En el mundo hay dos tipos de personas…”?
Las etiquetas se presentan como una solución tipo saco, con todo lo que ello conlleva. Otra de sus cualidades hace referencia a su tremenda rigidez, por que una vez etiquetamos a alguien no vamos a estar cada dos por tres cambiándolo de saco. Pongamos otro ejemplo de las “bondades” que nos ofrecen las etiquetas, en este caso en lo referente a la comunicación:
Una persona llega tarde las dos ultimas veces que hemos quedado, según comenta porque “se le echo el tiempo encima”, en esta última ocasión al llegar le decimos con tono despectivo que es un desastre para trasmitirle nuestra opinión sobre su conducta. Podríamos haberle dicho que las dos ultimas veces ha llegado tarde al parecer sin ningún motivo aparente mas allá de la falta de organización e interés y que eso nos hace sentir poco valorados, pero es mas rápido usar la etiqueta anterior añadiendo cierto tono para reflejar el malestar.
Problemas que genera su uso
Pero ¡¿cómo?! ¿que esta maravillosa herramienta que todo el mundo utiliza o ha utilizado alguna vez genera problemas?. Así es, al fin y al cabo estamos utilizando unos pocos sacos para clasificar algo tan complejo y variado como lo son las personas. Pero que se adecue más o menos al reflejo de la realidad no es su único fallo.
¿Que pasa cuando a una persona se le pone una etiqueta, cuando esa persona la asimila como suya y tanto ella como los que la rodean la identifican a raíz de la misma? Que en vez de en una ayuda se convierte en una piedra, tan pesada como grande sea el saco al que representa por lo que cuanto más generalizante sea dicha etiqueta mayor sera la carga de quien la lleve.
Además como hemos visto antes, una vez definimos a alguien se hace tedioso redefinirla constantemente en función de la información nueva que nos llega conforme interactuamos. Por esta razón existe la tendencia a quedarnos con lo que nos confirme que hemos etiquetado correctamente y desechamos aquello que lo contradiga. De esta manera se promueve la rigidez de las etiquetas, que más que clasificar parece que realizan juicios absolutos prácticamente inamovibles.
Viendo todo esto el lector quizás piense que todos estos problemas se arreglaran si etiquetamos correctamente, pero la propia definición de la palabra ya anuncia sus dificultades, es como buscar la forma correcta de medir la presión atmosférica con una regla de plástico.
Por eso constantemente las etiquetas generan disonancias (información que se contradice) y produce frustración al intentar “encajar” en ellas tanto a los demás como a nosotros mismos.
Cómo lidiar con las etiquetas
Vamos a ver qué nos puede ayudar para aliviar carga que ejercen las etiquetas con las que nos encontremos. Existe un verbo muy ligado al uso de las etiquetas, este no es otro que el verbo “ser”: “Eres un…”, ”Quienes hacen eso son…””Yo soy…”. Todos conjugamos constantemente el verbo ser, se usa para atribuir cualidades como por ejemplo “Ese coche es azul” o “Eres una persona con el pelo rubio”. También lo usamos para describir tendencias a comportarse de cierta manera. Recuperemos el ejemplo de la persona que llega tarde pero en vez de dos veces ha llegado tarde cada vez que quedamos, ahora decimos que es un impuntual, parece una descripción plausible (incluso dicha persona lo ve así también) sin embargo esa persona no es impuntual el 100% de las veces que queda con alguien ni en todos los ámbitos de su vida.
Por esta razón, hablar de conductas puntuales es más sano y refleja mejor la realidad y cuando alguien se comporta repetidamente de cierta manera podemos decir que manifiesta cierta tendencia a comportarse así en esa situación(que nosotros hayamos observado) e igualmente cuando nos lo digan a nosotros podemos solicitar esa aclaración. Si todo el mundo tuviese muy claro estos matices, quizás no fuese necesario ir puntualizando lo que realmente queremos decir con ese “eres…” ya que agilizaría la comunicación. Sin embargo lo que suele ocurrir es que cuando decimos que alguien es «tal» o «cual» existe la tendencia a etiquetar al global de la persona como una constante y ahí reside el problema.
Os animo a pensar en qué etiquetas podéis estar cargando o qué soléis hacer cuando se os intenta poner una. Esperamos vuestros comentarios.